En
1675 los penitentes madrileños protagonizaron, aprovechando su
anonimato, tal cantidad de desmanes que el Consejo de Castilla ordenó
que en toda España los nazarenos llevaran la cara descubierta. La orden
se repitió siglo y medio más tarde, bajo los primeros gobiernos
ilustrados de Felipe V, cuando a las hermandades se les prohibió que
figuraran en sus cortejos encapuchados y que salieran de noche y
encapuchados. En Marchena hasta 1900 los nazarenos procesionaron sin capirote debido a esta prohibición y a los sucesos de 1756.
Los enfrentamientos entre Ayuntamiento y Jesuitas desembocaron en los disparos del Jueves Santo de 1765.
Los Jesuitas afincados en la iglesia de Santa Isabel ejercían la función
de asitencia a los presos y en algunos casos, la liberación de los
mismos, que con la nueva situación, en ausencia de los Duques, se
disputaban todas las órdenes religiosas.
La tensión se palpaba entre unas órdenes y otras. En esta situación
surgieron los disturbios del Jueves Santo de 1756, cuando pasaba por
delante de la cárcel la hermandad del Dulce Nombre.
El
Asistente del Ayuntamiento dió orden a los soldados de la cárcel de que
disparasen si algún penitente del Dulce Nombre, en su regreso de la
estación de penitencia a San Juan y al pasar por la puerta de la cárcel
intentaba liberar algún preso.
Los soldados, de
quienes los jesuitas dicen que estaban bebidos dispararon contra la
multitud, despejan la calle a cuchilladas y hubo muchos muertos y
heridos. La estatuta del “Niño Jesús” dice el relato, que va en la
procesión recibió varios balazos y al final rodó por los suelos. Hubo
toque de alarma y los soldados se encerraron en la fortaleza del
Castillo de la Mota -según las crónicas jesuíticas-.
Los miembros del Ayuntamiento se refugiaron en iglesias y conventos
temiendo la ira popular. El Colegio Jesuíta cerró sus puertas y solo
dejó entrar a uno de los alcaldes, que aconsejado por el rector,
solucionó todo de forma que a la caída de la noche se había hecho la
paz.
Se abrió un juicio en que el Rey, mal informado, acusa al
pueblo de los sucesos. Los Jesuitas, exculpan al pueblo y a las
autoridades municipales e inculpan a las tropas del Duque, hasta hace
muy poco, su adorado patrón y benefactor. Los jesuitas apoyaron al
Ayuntamiento para ganarse su amistad. Los jesuitas fueron expulsados de
Marchena el 19 de abril de 1767 para nunca volver.
Estos hechos
sparecieron relatados en un pergamino pegado en el interior de una
imagen dentro de la iglesia de Santa Isabel y analizados por el
historiador Julián Jose Lozano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario